04 julio 2020

Ser demasiado crítico del otro

Cuando era más joven era soberbio e ignorante. 
Ahora soy un poco menos ignorante, pero suficientemente soberbio como para escribir estas palabras.

Con los años he podido verme a mi mismo en retrospectiva y entender qué parte de mis comportamientos no estaban buenos, producían conflictos, u hoy en día ya no los avalo.
El que me parece más nocivo y persistente es el de creer que sé más de lo que realmente sé. Y viéndolo en otras personas me animo a decir que es una característica que ayuda a la supervivencia, pero que no deja de ser negativo.

Disculpas a profesores

Durante la escuela y el colegio siempre fue un alumno difícil. Eso lo sé ahora.
No porque me comportara mal, o fuera en contra de las reglas. Al contrario, fui abanderado. 
Mi problema es que era lo suficientemente inteligente como para cuestionar a mis profesores y sus decisiones, pero no lo suficientemente empático como para comprenderlos. 

Siempre he sido severo en mi juicio contra profesores u otras autoridades, así como lo he sido con mis padres, y así como ellos lo fueron conmigo. Sólo que con mis profesores no compartimos mucho tiempo, no hemos establecido lazos que dieran lugar a ese juicio como personas,  y por lo tanto mi juicio no puede ser más que superficial. En ese momento no lo sabía, por supuesto, porque creía que sabía lo suficiente como para poder entender sus comportamientos, sin nunca haber sido adulto.

Por eso les pido disculpas. Unas disculpas que nunca van a leer y ya son demasiado tardías para algunos.
Como era alguien que "cumplía las reglas" era mucho más difícil ubicarme, o ponerme límites que otros. Pero no era necesario ser tan insidioso. Podría haber sido más amoroso y menos prejuicioso al juzgar sus acciones. Simplemente hacía su vida más difícil.

Ahora lo entiendo, mucho tiempo después.

El prejuicio como forma de conocer lo desconocible

Sin intención de arguir excusas, veo al prejuicio como algo natural. Una herramienta de nuestro cerebro para manejarse en un mundo de inciertos. 
Lamentablemente estamos lejos de poder conocerlo todo. Y ante lo desconocido, no queda más que asumir. 
Proyectar ideas de lo que podría ser, más allá de lo que es, nos permite actuar "como si fuera" y juzgar los resultados a posteriori. Es una manera económica de aprendizaje, pero no sin consecuencias.

Prejuzgar equivocadamente objetos del mundo físico puede tener consecuencias letales, pero en nuestra vida moderna las probabilidades de error suelen ser bastante bajas.
En cambio, equivocarse al pre-juzgar acciones de otras personas tiene consecuencias muy sutiles, muy difíciles de aprender porque parte de esas consecuencias pueden influir sobre los próximos prejuicios.
Si trato a alguien como amigo, puedo influir sobre que esa amistad realmente suceda. Si lo desprecio como enemigo, puedo influir sobre esa enemistad. 
Los sistemas humanos son complejos y la relación entre causa-efecto dista de ser lineal. 

Contra los errores del prejuicio, existen otras fuerzas que a veces nos ayudan a ser más precisos, o revertir el error. Por ejemplo la empatía.
Tratar de sentir lo que el otro siente a veces nos pone en observadores de nosotros mismos, y ayuda a ver un prejuicio mal proyectado y dañino.
El prejuicio como elemento para movernos en el mundo es una herramienta vital, pero sin otras fuerzas que lo balanceen se convierte en un arma que lastima al otro, y engaña al que lo usa. Ya no le permite ver las cosas como son, si no cómo deberían ser.

No todo es desconocible

Si bien hay parte del mundo que es imposible de conocer mejor. Hay gran parte que sí. En particular en las relaciones humanas, donde existe un otro, y mientras ese otro nos de lugar, existe la posibilidad de conocer más. Entonces por qué prejuzgar?

Donde mayor utilidad tiene el prejuicio es cuando recién conocemos al otros, en los primeros contactos. Como la personalidad es algo que no puede percibirse directamente, veamos al prejuicio como una manera de estimar la forma aproximada que tiene el ego del otro. Veámoslo como un boceto a grandes rasgos de lo que podría ser la obra de arte en la que se convierta la relación posterior.
Si estamos muy equivocados, probablemente no prospere, si por el contrario estamos cerca, es posible que se abran oportunidades a refinar ese boceto.

Cómo se vence el prejuicio y se mejora una relación? A través de poder cuestionarse lo que creemos del otro, y para eso lo mejor es no confundir el prejuicio, con el conocimiento. Poder permitirle al otro contradecir lo que creemos.
Aplicar la duda científica a lo que creemos, y permitir que las interacciones con el otro sean los experimentos que le van dando forma a nuestra teoría. Sin dogmas.

Poder preguntar, poder responder

La manera más fácil de caer en la trampa del prejuicio es asumir la intención de una acción que nos resulta confusa, inesperada, o agresiva.
La manera más fácil de salir de esa trampa es dar lugar a la duda. Es la intención original la que creo, o existe otra forma de ver la realidad?
Entonces la pregunta.

Es importante darle la oportunidad al otro de explicar sus intenciones ante una acción. Es muy difícil de llevarlo a la práctica, pero permite desactivar nuestros comportamientos automáticos, y ayudarnos a aprender más del otro. Incorporarlo en nuestros modelos.
Poder preguntar y dar lugar a explicaciones, antes de actuar es muy difícil cuando creemos que sabemos suficiente. Cuando sólo contemplamos una visión posible de la realidad, y cuando no hemos tenido la experiencia suficiente como para contradecirnos y reflexionar al respecto. 
Poder preguntar es muy importante, y dificil. Conlleva el peso de hacerse cargo de la respuesta. De abrir el corazón al otro, y no preparar una acción retaliatoria.
Es darle más importancia al otro, que lo que uno cree del otro.

Y así como es importante preguntar, también lo es responder. No funciona con sólo uno de los dos. Ambas acciones tienen que ser honestas.
No todas las personas pueden responder. Algunas no saben por qué hacen lo que hacen, incluso aunque tenga el tiempo para pensarlo. Otras lo saben, pero no lo pueden explicitar porque desconfían de sus intenciones.
Para poder responder es importante sentirse seguro de quién es uno, de que la otra persona no va a convertir las respuestas en armas, y aceptar a los errores como parte natural de la vida.
Las personas que dudan de sí mismas, o tienen (pre)juicios muy fuertes de si mismas, las que comparten relaciones con otros que fácilmente se vuelven agresivos, o las que no pueden permitirse cometer errores, son personas que no pueden responder.
Lo intentan, van a generar excusas para responder a las preguntas. Pero esas no son respuestas buenas, son respuestas que refuerzan los prejuicios, en vez de reemplazarlos por conocimiento. A lo sumo, lo reemplazan un prejuicio por otro.

Dar oportunidades al otro

Con los años me he dado cuenta que al darle más oportunidades le doy al otro. Mientras más suspendo mi propio juicio para tratar de conocer, en vez de tratar de confirmar lo que ya creía, mejor más oportunidades me doy a mi mismo.
Mejor me voy conociendo. Más honesta la relación conmigo mismo.

Por el contrario, voy conociendo personas que les cuesta mucho quererse, que sufren en las relaciones y que les falta una paz interior que les permita estar mucho tiempo consigo mismas.
Esas mismas personas suelen ser fácilmente jueces de otras, y tratar de clasificar al resto entre amigos o enemigos como si eso fuera una forma de estar seguros que no van a sufrir.
Y sin embargo, les falla una y otra vez. Sólo que no lo notan. Viven cada día como pequeñas batallas ganadas y perdidas con el resto que los rodea. Ganando seguridad en si mismas a partir del sesgo de confirmación, pero a costa de perder amor del resto.

Negarse a darle oportunidades al otro, al desconocido, a lo desconocido es negárselas a uno mismo. 
Hay muchas cosas que uno desconoce de sí mismo, y puede llenarlas de prejuicios y falsas seguridades, o i
r aprendiendo y cuestionando con el tiempo. Así como juzguemos a los demás, nos juzgaremos a nosotros; o evitaremos el juicio si podemos.

Nuestro tiempo en la vida es muy corto. Gastarlo en guerras de guerrilla con cada relación que tenemos es una manera muy miope de usarlo.
En cambio, tratar de aceptarse uno mismo, y amar al otro a pesar de las diferencias, es una manera hermosa de darle significado a esta existencia.

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